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Un antes y un después

La Casita del Pintor no siempre tuvo este precioso aspecto.

Las construcciones originales datan de los siglos XVIII y XIX, fueron realizadas por los colonos que trabajaban las tierras de la Cortijada de Las Habas alrededor de 1783. Llegaron a vivir en ella hasta 200 personas; había una fragua, una tahona, una cantina donde reunirse y hasta un pequeño economato donde adquirir provisiones. Antes de la llegada del vehículo motorizado los desplazamientos se hacían a pie, en mulo o a caballo. Con la mecanización del campo en los años 50 y 60, hubo una gran diáspora desde Andalucía hacia las ciudades mas industrializadas en el norte de España y la Cortijada quedó, excepto por unas pocas familias, prácticamente deshabitada.


En los años 80, 90, y en el 2003 se realizaron trabajos de remodelación y se preservaron tanto la arquitectura original como las técnicas y materiales de construcción. Los muros son de mampostería de piedra y barro, los revocos de mortero de cal. Los tejados hechos con vigas de roble de los alcornocales y la teja árabe hechos a mano. Suelos de piedra de Tarifa y ladrillo tosco de arcilla cocida.

Los cantos rodados del patio central están puestos en sentido vertical para mejor resistir el peso de los animales de carga y optimizar el drenaje. El estanque y la gran mayoría de los árboles de la Cortijada se sembraron en el 2003. Originariamente el agua provenía de dos pozos que aún existen pero que ya no se utilizan. Antiguamente el preciado líquido solo se usaba para beber y para la cocina.


Aun hoy para su mantenimiento los muros se encalan y en uno de los patios la cal se tiñe con pigmentos naturales. Se continúa haciendo un gran esfuerzo y atención por conservar la esencia original de este sitio tan especial.




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